PRINCESS

6 de agosto de 2013

Los movimientos del bebé en el primer año

  

El desarrollo del bebé en el primer año. ¡Descubre cuánto sabes!


Nada más nacer, el niño tiende a plegarse sobre sí mismo: los puñitos cerrados, sus brazos hacia el pecho, las piernas encogidas hacia la barriguita… Su sistema nervioso central (cerebro y médula) está perfectamente formado desde la gestación, pero las señales del cerebro aún no llegan con precisión a las extremidades. El bebé no tiene control sobre ellas y enroscado se siente más seguro.
Los movimientos del bebé son involuntarios y el contacto con nuestra piel le ayudan durante los primeros meses a crear dichas conexiones, hasta tener cierto control sobre sus miembros. Se desenrosca, abre sus puñitos y empieza a aventurarse a mover brazos y piernas: ahora le divierte, no se siente tan inseguro. Estos movimientos fortalecen su abdomen, espalda y cuello. A los tres meses más o menos ya podrá sostener el cuello sin ayuda de la mano adulta.
La fragilidad del recién nacido, arrugado, colorado, va dando paso a un bebé robusto, mofletudo, despierto, que intenta imitar nuestros sonidos y mira sus manos con asombro.

A partir de los tres meses: las manos y los pies

El niño se hace cada vez más hábil en el movimiento de sus manos, un movimiento que está directamente relacionado con el desarrollo de la inteligencia. El papel de los sentidos es aún muy importante, aunque empieza a prepararse con pasión para los próximos hitos psicomotrices: rodar sobre su cuerpo, primero, y gatear después. ¿Cómo se prepara? Moviéndose todo lo que puede, entrenando sin descanso. Hacia los cinco meses se cogerá los pies y las rodillas cuando esté boca arriba y, en uno de estos experimentos, rodará hacia el lado. Será un gran descubrimiento.

En torno a los seis meses: se sienta solito

En el bebé se puede apreciar otro cambio: la actividad es manifiesta, junto a su deseo de comunicarse con nosotros. En los siguientes meses muchos bebés adquieren, casi a la vez, dos habilidades motrices fundamentales: el gateo y la habilidad de sentarse solos. Esto les da una autonomía increíble, que supondrá todo un reto para nosotros hacia el final de su primer año.

Cuando comienza a desplazarse: el gateo

Debemos afianzar la seguridad en el hogar sin coartar su libertad de movimiento. El gateo no solo refuerza su estructura muscular y lo prepara para estar de pie, también “cablea” la conexión entre los dos hemisferios cerebrales. Requiere el uso coordinado de los dos lados del cuerpo, lo que implica establecer una continua conexión entre ambos hemisferios.

Por: Iván Moreno
Asesora: Montserrat Reyes, especialista en desarrollo infantil y enfermera pediátric

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